Hoy en día tenemos la posibilidad de acceder a gran cantidad de información que se encuentra alojada en centros de datos dispersos por países de todo el mundo y, sin embargo, a pesar de las distancias podemos acceder a la información de manera casi instantánea y utilizar aplicaciones en tiempo real como, por ejemplo, las videoconferencias o las llamadas a través de VoIP. Aproximadamente el 90% del tráfico de Internet circula a través de cables submarinos que unen los cinco continentes.
Los cables submarinos son auténticas autopistas que nos permiten cursar comunicaciones internacionales (tanto de voz como de datos) a gran velocidad e intercambiar grandes volúmenes de información sin apenas retardo (cosa que no ocurre, por ejemplo, con otros medios como pueden los enlaces vía satélite). Actualmente, un buen número de cables submarinos recorren los fondos del mar, uniendo distintos países en una gran red troncal basada en enlaces de fibra óptica y, aunque puedan parecer algo novedoso, el origen de los cables submarinos se remonta a mediados del siglo XIX.
En 1850, con la expansión del telégrafo, surgió la necesidad de conectar dos puntos separados entre sí por el mar: Francia e Inglaterra. El punto más cercano entre ambos países es el Paso de Calais (situado en el Canal de la Mancha) y ahí fue donde se tendió el primer cable submarino que, teniendo en cuenta la época, estaba fabricado en cobre. Esta primera incursión resultó